lunes, 10 de septiembre de 2012

Mi diario, 1ª entrega: definición de un trabajador poco cualificado.


"Un martes sobre las siete de la mañana escuchas un sonido agudo cada vez con mayor intensidad que te hace abrir los ojos, te das cuenta que estás en tu cama, que estabas dormido y que toca prepararse para ir al curro. 

Te quitas las legañas, te preparas el café, coges tu camiseta del Lefties, los pantalones de las rebajas y sales a la calle a por tu coche. Recorres unos quince minutos hasta llegar al lugar exacto, - menos mal, no me lo han rallado-.

Después de un media de 45 minutos dirigiéndote al trabajo, soportando el calor, los atascos y a los lamentables conductores que te rodean, llegas a ese edificio feo, triste y que hace que se te pasen por la mente los más detestables recuerdos que hayas podido vivir.

Allí nadie te saluda, bueno como mucho el guardia de seguridad y la limpiadora, para todos tus superiores eres invisible, uno más, un número con pelo y dos ojos, sabiendo además que si te faltara uno tampoco te iban a poner problemas (al revés les saldrías más barato), y te pones en tu puesto a trabajar.

La jornada de ocho horas (en el mejor de los casos) se hace interminable, que si aguantas al cliente lento, al que no tienen ningún dato, al chulo de turno o al cabreado, los cambios de turnos, a ese jefe prepotente,...; da igual, sabes que si te quejas estás en la calle, y la cola de candidatos para sustituirte es tan larga como la lista de imputados en la operación Malaya.

Tras aguantar estoicamente la jornada, llega la típica "chinita" que te impide marcharte, ya sabéis, reuniones de última hora, el típico cliente pesado, trabajos extra,..., al final consigues salir a última hora de la tarde, porque no son las ocho horas que trabajas, después tienes tus dos horitas en medio para comer, ¡bendito turno partido!

Te montas en el coche, - "¡joder, sin gasolina!-", pues nada te desvías hasta la gasolinera más barata, o mejor dicho, menos cara, para llenar el depósito. Te pillas el atasco de vuelta a casa, llegas, y tus hijos ni te miran, tu mujer da lástima (se ha dejado llevar...) y el único que viene a saludarte es tu perro, pero, ¿sabes por qué?, porque tienes que sacarlo tú a la calle.

Dando una vueltecita al perro reflexionas en voz baja (siempre), "desde que salí de casa hasta que llegué han pasado doce horas y duermo ocho, por lo tanto me quedan cuatro horas cada día para comer y tener algo de ocio, ¿merece la pena vivir así?, después no tengo para unas vacaciones, el día diez ya estoy en números rojos, no puedo darme un capricho,... ."

Si es que tenía que haber hecho caso a mi abuela, tenía que haber estudiado....., ¡espera!, si lo hice, soy licenciado, ¿entonces?, ¿qué estoy haciendo mal?"

Pues esto es para mi un trabajador poco cualificado, seguro que muchos os sentís identificados con alguna de las situaciones que planteo.


El próximo lunes la segunda entrega, "la vivienda de un trabajador poco cualificado".




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